En los últimos tres meses el fenómeno de la “Niña”, además de causar las mayores inundaciones en la historia reciente de nuestro país, ha hecho correr ríos de tinta. El Tiempo, por ejemplo, publicó entre editoriales y columnas de opinión más de cuarenta y cinco artículos referidos a la ola invernal. Escritores, periodistas, académicos, políticos y burócratas han aprovechado la oportunidad para opinar sobre las causas, las consecuencias y las lecciones necesarias para superar la tragedia. Y no es para menos. Ante una calamidad de semejantes dimensiones, con más de dos millones de damnificados, es natural que todos tengan algo que decir.
¿Todos? en realidad no. Casi todos, porque los partidos políticos, como institución, pasaron de agache. Los tradicionales se movieron en lo de siempre: pidiendo beneficios sectoriales concretos, pasando cuentas de cobro y como gran solución, proponiendo un pacto político de Unidad Nacional para las próximas elecciones. Las “nuevas fuerzas”, por su parte, se ocuparon de capotear la desunión, limitándose a emitir comunicados lánguidos, con pro formas que sirven para cualquier otra calamidad. Y ¿acaso había que esperar grandes propuestas de los partidos políticos colombianos? Puede que no. Pero al menos, no solamente por cuestiones de cálculo político, sino atendiendo a la carga semántica que deriva de su propio nombre, quedamos a la espera de escuchar al Partido Verde.
Esto porque las explicaciones a la ola invernal y sus consecuencias desastrosas, aunque variadas, también se ubican en el plano de la crisis ambiental planetaria y la manera como la mano del hombre ha contribuido a la misma. Estas son las temáticas y los problemas socialmente relevantes construidos por los Verdes alrededor del mundo y expresados en líneas de acción tendientes a la responsabilidad ambiental y el desarrollo sostenible. Sin embargo, ¿alguien ha escuchado a Mockus, Peñaloza o Garzón hablando de esto?, muy probablemente no.
Lo anterior hace pensar que los yerros de Mockus en su carrera a la presidencia, su ambivalencia constante, la debilidad de sus posturas y el mutismo de sus coequiperos, no eran muestra de honestidad, como bien se cacareó, sino la expresión más acabada de cómo, acudiendo a frases efectistas y tomando prestados ropajes ideológicos para la ocasión, es posible convocar a un porvenir esplendoroso, en el que las luces del futuro iluminan el presente, aun cuando la vacuidad del proyecto no permita recrear alternativas reales de cambio.
Y aunque se diga que es un partido joven, en proceso de consolidación, hasta el momento las expectativas que se crearon a su alrededor están lejos de haberse cumplido. En parte, porque la actividad de sus miembros se ha limitado a la matemática electoral, reproduciendo las prácticas de sus supuestos antagonistas, pero también porque no han tomado posiciones claras frente a los problemas fundamentales del país. Esto, a decir verdad, no debería extrañar a nadie ya que al consultar su página web en el link que conduce a su plataforma política se dice con toda claridad que está en construcción.