jueves, 16 de abril de 2009

DE VUELTA A LA TOLERANCIA

En el mundo liberal la Tolerancia es el valor fundamental para consolidar la democracia y el elemento necesario para formalizar relaciones sociales en las que impere la alteridad. La Tolerancia fue originariamente un dispositivo de incorporación social de “herejes”, “desviados” o “impuros”, en momentos en que la lógica política de los Estados nacionales se imponía al mundo sacramental. A pesar de su condición indeseable, el tolerado no sería llevado a la hoguera por sus convicciones religiosas. En un segundo momento la Tolerancia pasa de ser una concesión arbitraria a una norma jurídica con la consagración de los derechos individuales y el ejercicio de la ciudadanía. Finalmente, la Tolerancia es hoy un principio ético necesario para el despliegue de instituciones y prácticas culturales democráticas. Esta representa el consenso por el cual “se renuncia expresamente al uso de la violencia para la resolución” de los antagonismos y las discrepancias sociales, y por el cual se reconoce la diversidad y promueve el conflicto en marcos normativos propios de la vida democrática.

La evolución del concepto se da en los últimos 400 años de la historia de Occidente. Sin embargo, en la sociedad colombiana la institucionalización de la Tolerancia como regla de conducta deseable, y los avances normativos en la materia, no han impactado en la constitución de prácticas y mentalidades que supongan la aceptación de la diferencia o, por lo menos, el respeto por la integridad física del “intolerado”. Bien sea en el terreno de la política o en el respeto y afirmación de las identidades individuales, los ejemplos de intolerancia abundan.

De un lado, la interminable violencia política sufrida desde la segunda mitad del siglo pasado, que va del corte franela de la Violencia al canibalismo paramilitar de nuestros días, pone de presente una cultura política que no ha podido desechar la violencia y el aniquilamiento físico como instrumento válido de acción. Aunque ilegal y repudiado desde la forma, el fondo se hace presente cuando amplios sectores de la sociedad legitiman las acciones violentas de los grupos armados ilegales y consideran normal, e incluso necesario, cuando el Estado abusa del monopolio de la coerción eliminando físicamente a sus contradictores.

Desde otras esferas, los crímenes de odio contra la comunidad LGTB o las muertes provocadas en el ámbito del futbol por cuenta de las Barras Bravas, por ejemplo, hacen evidente una anomia definitoria de la colombianidad que nos lleva a pensar si esta sociedad fracaso en el intento de regir sus destinos por las ideas más elementales de la civilización y la Modernidad, o si por el contrario nisiquiera ha iniciado tal recorrido.

De los más enconados antagonismos a la más banal de las contradicciones, la imposibilidad de acudir a la Tolerancia en cualquiera de sus acepciones sugiere que, a pasar de los 400 años de atraso en la apropiación de dicha noción, se requiere avanzar en los procesos básicos que posibiliten llegar algún día al menos a soportar aquello que de antemano se rechaza por indeseable o impensable, y por tanto intolerable, sin recurrir a su eliminación física. Es decir, volver a los origenes mismos del concepto. Al lograr ese presupuesto esencial podríamos pensar, por qué no, en la edificación de una cultura de conflictos que, entendiendo lo inevitable de los mismos, haga posible enfrentarlos con la mayor vehemencia, pero al mismo tiempo con la racionalidad suficiente para entender que un proyecto de nación y unas nuevas narrativas que lo apoyen no pueden estar soportadas sino en el respeto por la vida humana y todo lo que de ello se deriva.

Alejandro Pérez
Abril 16 de 2009

5 comentarios:

  1. Si fueramos más tolerantes seríamos una sociedad mejor, dice mucha gente por la calle. Pero tolerantes con qué???
    Con el otro, estoy de acuerdo... pero con la violencia, la corrupión, los abusos, los paras... la ineficiencia y todo lo que caracteriza nuestro sistema político, me rehúso....
    En colomboia deberíamos dejar de ser tolerantes para pasar a ser reclamantes!!!

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  2. Tiene mucha razón con respecto al atraso de este país, sobre todo en aspectos tan importantes como las que habla su artículo, “sin tolerancia no puede haber sociedad”. Sin embargo me parece importante resaltar que no sólo es cuestión de una mentalidad social colombiana atrasada, sino que esta mentalidad social se replica en muchos otros países que, aunque pertenezcan al viejo continente siguen teniendo problemas con respecto a la intolerancia de razas, creencias religiosas, gustos sexuales, entre otros. Le recuerdo querido amigo que no se tiene por qué generalizar el comportamiento social de un país especifico toda vez que la intolerancia y la falta de respeto por las creencias y gustos de los demás no es cuestión sólo de colombianos, la intolerancia ha sido el generador de millones de muertes en todo el mundo a través de la historia por guerras absurdas por no aceptar que somos diferentes.

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  4. Peperina: En primer lugar le agradezco sus comentarios, así como tomarse la molestia de leer el texto con atención. Es cierto que la intolerancia es pan de cada día en diversos países. Baste recordar el componente étnico de la segunda guerra mundial o, para no ir tan lejos, la disolución de la antigua Yugoslavia y su característica limpieza étnica. Sin embargo, lo que quiero significar es la necesidad de volver a los conceptos que sustentan el proyecto político de la Modernidad, expresado en el Liberalismo y la tolerancia religiosa, y entender que con su demanda se reivindica ese valor primario como es el respeto por la vida del adversario. Y claro, si bien en muchos países hay intolerancia, en Colombia ésta se hace presente en ámbitos de la vida social (como la política) que otras en latitudes, por ejemplo en los países vecinos, se supero muchos años atrás.

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  5. ¿Y no sería el concepto de tolerancia bastante susceptible a convertirse en arma de doble filo para la sociedad y los pueblos misma? ¿No es la tolerancia en si misma una relación de poder represiva?

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