sábado, 3 de enero de 2015

COMER O NO COMER Y OTRAS NOTAS DE COCINA.



Semana 1. 29/12/2014 – 04/01/2015.


Antonio Caballero.
Comer o no comer y otras notas de cocina
El Ancora Editores. 2014. 233pp.

Desde mi adolescencia leer a Antonio Caballero en la Revista Semana ha sido un hábito que, como todos los hábitos, se convirtió en una rutina más. Por esto jamás me interesó su novela, sus crónicas de toros o sus ilustraciones. El resto de su obra la consideré un simple apéndice de su trabajo como periodista y opinador político. Qué gran error y que ligereza la mía. Un observador tan agudo y con tanto oficio, como lo ha sido Caballero por más de cuatro décadas, no podía agotar en su publicación dominical sus críticas y sus caricaturas del poder, los políticos, los Estados Unidos, o todos quienes sufren los azotes de su pluma.   

Afortunadamente para mí, este final de año trajo consigo el despertar de una larguísima abulia literaria y con él la decisión de retomar una empresa fallida de muchos años, leer Sin Remedio, su única novela. El esfuerzo inicial fue titánico, pero el resultado no pudo ser mejor. En poquísimos días devoré sus 572 páginas y descubrí, cosa que no es difícil, muchas de las obsesiones, los gustos y el mundo de un burgués, el sí traidor a su clase, que sin renunciar a los privilegios heredados se convierte en el crítico fundamental de su tiempo.

Así, Sin Remedio, es la historia de Ignacio Escobar Urdaneta, un hijo más de la rancia oligarquía bogotana, que enfrenta las dificultades de la creación poética y, con ella, el despliegue de una experiencia vital que sin proponérselo, siempre en la contingencia, cataliza las pasiones más significativas de la condición humana. Todo ello envuelto en la idea de que las cosas son iguales a las cosas”. Su lectura me conmovió hasta los tuétanos y me permitió leer con otros ojos su último libro, Comer o no comer y otras notas de cocina, publicado hace menos de un mes, el cual recopila escritos alrededor de la mesa y la gastronomía. Estos, valga decirlo, se convierten en un pretexto, o mejor, en un medio para demoler las instituciones que subyugan el ejercicio de la libertad y su disfrute desde la exaltación de los placeres.

Por ello, Comer o no comer… es una oportunidad para corroborar que en este país siempre, o casi siempre, las cosas son iguales a las cosas”. Estos textos, que se dividen en tres acápites: Todo es buenoTodo es malo y Todo depende, plantean aspectos básicos del gusto y de la buena vida, cruzados por las contradicciones y necedades del mundo del cual son una expresión básica, fundamental.

En el primer capítulo, Todo es bueno, se vindica la vida como fuente de placer, principalmente frente a los sensores que se empeñan en reprimirlo, bien desde las talanqueras religiosas o de la corrección política y sus nuevos legionarios. Como “las cosas son iguales a las cosas”, ayer y hoy los escribas se han ensañado con el deleite del cerdo en todas sus preparaciones, el gusto por el tabaco o la entrega a la borrachera, excesos que en la voz de Caballero son una invitación a la apostasía. 

En el segundo capítulo, Todo es malo, se recaba en las penurias de un mundo donde el buen comer, o la exaltación del gusto desde la comida, no es precisamente una virtud ni de nuestras latitudes, ni de nuestro tiempo: al parecer ni ricos, ni pobres, ni colombianos en su casi totalidad, parecen tener idea de eso. Sea por la proliferación de la comida rápida o la persistencia de atavismos que se oponen con fiereza al avance de la civilización, la resistencia al buen comer, la tendencia  a ocultar el verdadero sabor de la comida con salsas o la costumbre de no comer para no tirarse los tragos, son imágenes de un fresco en el que pone en su sitio a los chovinistas que no se han enterado de lo mal que comemos, pero también a los ricos que, por más refinamientos “no comen bien porque no quieren. Y no quieren porque no les gusta”.

En el último capítulo, Todo depende, nos sitúa en la ambivalencia del buen comer y la imposibilidad de conciliar el placer de la comida, la bebida o las drogas, con los riesgos de su exaltación y, por supuesto, su exceso. El cannabis, la gula, el english breakfast, el Pez Globo y todas aquellas experiencias gastronómicas que en abundancia verdaderamente se subliman, justamente por eso siempre se han proscrito por las autoridades. Frente a ello, decreta que “un principio cardinal debe guiar la vida del aficionado a los placeres de la mesa: no hacerles ningún caso a las autoridades. Pero dentro de este principio general rige uno aún más riguroso: no hacerle caso jamás a un médico en materia de comida”.  

Comer o no comer… es un soplo de aire fresco en pleno boom de la gastronomía colombiana. Frente a la superficialidad de quienes apenas han metido sus narices en el mundo de la buena comida y pontifican en el vacío, los artículos de Caballero, así como algunos de los versos de Escobar Urdaneta, tan cargados de cultura, sátira, inteligencia, irreverencia y universalidad, son el resultado de una exploración intensa de los sentidos, vista por un sibarita profundamente culto y refinado que después de comer y callejear durante los últimos cincuenta años, descubrió en la práctica, con un trabajo de campo arduo y consistente, que la libertad es o debiera ser “un festín en el que corran todos los vinos, en el que se abran todos los corazones”, aunque la realidad se empeñe en mostrarnos lo contrario. 

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